Vanessa, una trabajadora social del Centro para Mujeres de Fort Bend, se sentó en su escritorio con su nueva clienta, Sandra (no es su nombre real), quien estaba encorvada en su silla, mirando al suelo, incapaz de hacer contacto visual.

«Cuéntame qué está pasando», le dijo Vanessa con suavidad.«Pues… no sé qué hacer. Las cosas siempre han estado mal con mi esposo, pero este último año…», la voz de Sandra se fue apagando.

«Todo va a estar bien. Estás aquí. Vamos a conseguirte la ayuda que necesitas», respondió Vanessa.

Vanessa le explicó sus opciones, elaboró con ella un plan de seguridad y le brindó recursos e información. Lo más importante: la conectó con el programa de consejería no residencial del Centro, un programa que apoya a las personas sobrevivientes en cualquier etapa de su proceso. Sandra había comenzado el suyo.

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